Sodai gomi, la basura en Japón


Japón es un paradigma del respeto al medio ambiente y el civismo. Uno de los signos inequívocos de esta cultura cuidadosa se manifiesta en el hecho de tirar la basura. Son famosos los cuadernos municipales que se entregan a los recién llegados a una ciudad, en la que se desgranan los diferentes tipos de basura y los días y horas a las que se puede depositar (aquí el de la ciudad de Hamura a las afueras de Tokio, 1,2 megas en PDF). Para tirar un lápiz de labios en Yokohama hay que sacar los restos, que irán a incinerar, mientras que el tubo irá o en plásticos o en metales pequeños.

Algunas basuras ni siquiera se pueden desechar gratis. Es el caso de la sodai gomi, o basura grande: grandes electrodomésticos, muebles y equipos informáticos. El gato nipón explica el proceso:

hay que llamar a un número de teléfono (que viene en la hoja de basuras, normalmente) y que cambia en función de lo que se tira. Una vez informamos de lo que queremos tirar, nos cuentan cuánto dinero tenemos que pagar. Entonces, vamos a un konbini, y compramos estos ’sellos’ que veis en la foto;

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Compramos tantos como haga falta hasta completar el precio, que suele ser de 1500, 2000 yen por cada cosa… y ponemos nuestro nombre en el espacio en blanco que hay. Entonces, lo pegamos, con lo que podamos (pegamento, celo etc) sobre el chisme que tiremos. Nos quedamos con una parte recortable como justificante de pago, y dejamos la basura en el lugar de recogida el día que nos han dicho por teléfono que lo hagamos. Es decir, una auténtica pesadez que además puede llegar a salir muy cara, en función de lo que tiremos

Existe una alternativa: las llamadas «tiendas de reciclaje» cuentan con pequeños camiones que recogen los bultos en el domicilio. Pagan algo así como el 5% del valor del electrodoméstico nuevo, así que no son ningún chollo; en algunos casos incluso cobran por recoger cosas muy cutres. Es comprensible sentir que ganamos mucho menos que ellos en el trato, y preferir acudir al canal municipal por unos miles de yenes de diferencia, con la dignidad intacta y la sensación de ser un buen ciudadano. Siempre cabe la posibilidad de que después de pagar y pegar los sellos oficiales algún vecino se adelante al camión municipal.

Como el gato nipón, la mayoría de los extranjeros que llegan a Japón se muestran incómodos con tan estricta regulación y, debido al aislamiento inicial por diferencias de idioma y a unas intensas redes de comunicación entre cada nacionalidad, existe todo un tráfico de ordenadores, neveras y microondas entre los que llegan y los que se van. El transporte tampoco es sencillo, porque en Japón pocos extranjeros tienen coche. Así que una gran parte de esos jóvenes y cotizados profesionales occidentales que han ido a trabajar a Japón viven como universitarios salmantinos, rodeados de televisores y lavadoras de quinta mano. Lo paradójico es que esto sucede en uno de los países del mundo donde la electrónica es más barata.

Si buscamos las razones de esta meticulosidad con el tratamiento de residuos, lo primero que nos vendrá a la cabeza son las propias características de la sociedad nipona: obediencia y armonía. La japonesa es una sociedad colectivista en la que cada miembro actúa sin perder de vista objetivos comunes. Otro ejemplo que comentaba antes brevemente es el del automóvil: tener coche en Japón es carísimo, no por el precio de compra, sino por los impuestos y porque hay que demostrar que se posee una plaza de garaje donde guardarlo.

Y es que los japoneses son muchos y viven apretados. Con una densidad de población más de tres veces superior a la española y un terreno montañoso y poco aprovechable, el espacio público en Japón es un bien precioso. Los japoneses no usan la calle para aparcar el coche, disfrutan de los espacios de esparcimiento de miles en miles (como a la piscina donde van los Noara) y se apiñan en los trenes para acudir al trabajo. Las estrictas leyes y reglas sociales hacen posible la convivencia de tanta gente con un gran nivel de vida en tan poco sitio, renunciando a aquellos lujos que consumen espacio común, como el coche o la carne (dada la poca superficie de pasto aprovechable, es muy costoso criar ganado).

Almacenar basura es otro de los usos marginales del espacio público al que estamos acostumbrados fuera de aquellas islas. El vertedero es un lugar presente a las afueras de Madrid, de Vancouver y de Manila. Pero en un país tan densamente poblado como Japón es difícil almacenar residuos lejos de todo asentamiento humano. En los años 30, la enfermedad de Minamata, provocada por los vertidos de una factoría de abonos en esa pequeña ciudad costera, causó más de tres mil víctimas. Este artículo de Time Asia habla de otro caso más reciente, sobre casos de cáncer en las proximidades de una planta de tratamiento de residuos.

Dado que Japón es un país rico rodeado de países no tan ricos, es razonable pensar que las fuerzas del dinero sean más poderosas que las de la ley y la responsabilidad, y que la basura pudiera acabar lejos a cambio de unos cuantos yenes. En 2000 se interceptó un barco con 122 contenedores de basura industrial con destino a Filipinas. Cabe pensar que podría ser la punta de un iceberg, pero no es tan sencillo saltarse los controles portuarios en un país donde todo entra y sale por barco.

Con estas premisas, los japoneses se han convertido en los campeones mundiales de la incineración de residuos. El 80% de la basura se incinera; el mismo porcentaje que se va al vertedero en Estados Unidos. La incineración no contamina el aire si se realiza a suficiente temperatura y a partir de residuos concretos. Incluso puede proporcionar energía si se incluyen basuras más caloríficas como los plásticos, aunque los ecologistas no son partidarios de esta solución.

La incineración, el reciclaje y la reutilización son la expresión de un largo proceso que comienza en casa, siguiendo el manual de basuras del que hablábamos al principio. Si cada hogar realiza un esfuerzo en la primera etapa de separación, la sociedad ahorra en la ya cara factura ambiental del desecho de residuos. Este esfuerzo individual ha de ser socializado, por lo que se organizan brigadas vecinales para controlar e informar. Veamos un capítulo de Sinchan en el que Misae y Michi pasan una mañana dedicadas a este menester. Ojo, es día de basura inorgánica:

Visto lo visto, me pregunto cómo será una huelga de basuras a la japonesa.