USB llega al diccionario


La Real Academia Española abre cada cierto tiempo el corral del Idioma para dejar entrar nuevas palabras y expresiones. Sus señorías se reunen en torno a unos pacharanes, la RAE adquiere una modesta presencia en los medios de comunicación, y los guionistas de magazines de la radio tienen un día de vacaciones. Porque claro, todo el mundo discute la idoneidad de las nuevas entradas al diccionario.

Y nadie suele tener mucha queja, la verdad. Los académicos, a su ritmo, acaban de descubrir las feromonas y los gluones, que la ciencia conoce desde los años 60. También han aceptado animal de bellota, lo que me llena de gozo. En definitiva: suelen transcurrir al menos un par de décadas de uso antes de otorgarle legitimidad a una palabra o expresión, con lo que nadie puede alegar que la palabra no se lo merece.

Sin embargo, parece que hay un doble rasero con la tecnología. Pen drive y USB han entrado en la última remesa junto a monoparental y anticelulítico. El debate está servido: ¿se han precipitado? ¿Por qué pen drive, cuando hay literalmente miles de maneras de llamar a eso? Lean los comentarios en menéame: lápiz, memoria, chisme, pincho, cacharrito, mp3, pirindolo, llavero

Otro tema, más espinoso si cabe, es la inclusión en el diccionario de marcas registradas. USB, en efecto, es la marca de un sistema de transmisión de datos con especificaciones, logotipo y todas las zarandajas ¿USB sí y Disney no? ¿Y pan Bimbo? La norma, antaño, era aceptar cosas como turmix, aparatos que tenían nombre y apellido, pero no competencia. Hoy, vivimos en un mundo en el que las marcas se nos meten hasta en los enchufes, no las integramos en nuestras vidas por decisión propia, sino que las aceptamos tácitamente.

Un apunte más: la palabra mutante cederrón (la leo por ahí y se me cae un ojo) fue propuesta hace años por la RAE para cristianizar las paganas siglas CDROM, y aparte de haber sido un fracaso de inventiva, está el problemilla de que los cederrones desaparecerán en unos años. La obsolescencia tecnológica es como las olas del mar, que barren lo que escribes en la arena ¿Va a ir incluyendo la RAE en su diccionario todos los formatos y sistemas tecnológicos a medida que se hagan populares? ¿Cuánto tardó la RAE en incluir gramófono? Estaremos de acuerdo en que el UMD todavía está verde, pero ¿qué tal las tarjetas SD?

Me encantaría leer en algún lado la política de la RAE respecto a este tema de marcas y obsolescencia. Pero bueno, tampoco le podemos pedir mucho a un club del que son socios Ansón y Arturo Pérez.

¿Cómo denominan ustedes a sus memorias USB?


7 respuestas a “USB llega al diccionario”

  1. Le llamo usb, stick o pen (con o sin drive, depende del momento).
    Pero a veces se me escapan denominaciones más castizas como chirimbolo o cucaracha…

  2. Pues yo lo llamaría «memoria flash», pero entonces nadie me entiende, así que digo «pendrai» y lo cogen enseguida.

    De hecho me extraña que la Academia no haya recogido estos términos como «pendrai» y «uesebé», asimilándolo a otras lindezas de su estilo como cederrón, baipás o güisqui.

    Por cierto, ya que lo preguntas: ¿Cuánto tardó la RAE en incluir gramófono?

    37 años. La voz gramófono aparece por primera vez en el diccionario en 1925, (aunque D. Jacinto Benavente ya lo usaba en 1911). Gramófono deriva de la modificación que Emile Berliner hizo al fonógrafo en 1888, al sustituir el rodillo por un disco, y que registró como «Gramophone».

    En 1899 ya aparecía «fonógrafo» para referir al artilugio inventado por T.A. Edison en 1877, 22 años en este caso, aunque el término ya había sido acuñado por F. B. Fenby en 1867.

  3. Qué lujo de comentario, Román. Pues veinte años para gilipollas o fonógrafo, casi cuarenta para gramófono… y un lustro para el pen drive. Que, por cierto, el espacio entre pen y drive me mata.

  4. Pues yo me temo que soy un triste y por ecomomía acabo diciendo solamente «usb». El enchufante por el enchufado, ya sabeis.

    En otro orden de cosas: Me quito el sombrero señor Román.